Comentario
Capítulo XCVI
Que trata de cómo vencida por el gobernador esta batalla que se dice la de Andalién con sus buenos españoles se fue de ahí a la orilla de una bahía y asentó su campo e hizo un fuerte y de lo que en este tiempo le sucedió
Otro día siguiente se levantó el campo y se fue a una bahía que había visto el gobernador cuando vino el año de mil y quinientos y cuarenta y cuatro, donde dijo que había de poblar una ciudad cuando allá tornase. Y así fue. Y hallado el asiento, estará una legua y media del río de Bibio. En esta bahía entra el río Andalién. Aunque es río dulce, crece y mengua por sus mareas, porque entra la marea de la mar por él casi una legua el río arriba. Miró el gobernador el sitio junto a la bahía y llano, y por medio de este llano corre otro río chico de agua clara todo el año, que procede de las vertientes de las más cercanas lomas. La bahía es ancha y casi redonda, tendrá dos leguas de latitud y tres de longitud. Tiene a la boca y entrada de la bahía una isla pequeña poblada.
Viendo el gobernador tan buen sitio y lugar tan aparejado para poblar, asentó allí el campo a veinte y uno de febrero, por mejor poderse favorecer y aprovechar de su armada, que cada día la aguardaba. Otro día siguiente, en aquel llano junto aquella bahía, acordó no fundar la ciudad, sino hacer un fuerte hasta en tanto que trajesen los caciques de paz, porque tenía por cierto que si se ocupaba en hacer casas, vendrían los indios a le buscar cada el día, y que era mejor acertado hacerles la guerra y amonestarles viniesen de paz. Y si acaso los indios viniesen, los hallasen fortalecidos, y también por dar descanso a los españoles en lo de la vela de noche que era excesiva, y porque de aquel fuerte saldrían a pelear cuando quisiesen y no cuando la ímpetu de los indios lo constriñesen.
Luego otro día mandó el gobernador traer grandes maderos y varas, y mandó hincarlos en la tierra y enlatarlos, y abrir un foso de doce pies de ancho y otros tantos de hondo. Y la tierra que sacaban se echaba para reparar y fortalecer el palenque, que sería estado y medio de alto, muy espeso. Tendría de circuito mil y quinientos pasos, el cual, con la diligencia y solicitud del gobernador y de buenos hombres hábiles y a fuerza de brazos, se tardó ocho días en hacer una trinchera fuerte con tres puertas para servidumbre. Y en cada puerta estaban los baluartes muy bien hechos en que velaban las velas, y por de fuera andaba cada noche la ronda.
Luego que fue hecho, repartió el gobernador los alonjamientos y sitios donde cada uno había de estar, y todos juntos dentro por sus cuarteles. Acabóse esto de hacer a los tres de marzo del año de mil y quinientos y cincuenta. De aquí mandó el gobernador ir sus capitanes a correr la tierra, y enviaba mensajeros a los caciques, dándoles a entender su venida por mandado de Su Majestad, y que viniesen a dar la paz y obediencia como lo habían hecho los indios de Mapocho y de toda su comarca.